2/2/12

Elena, mi joven vecina


MI JOVEN VECINA ELENA
Era esa chica joven de quien me enamoré, se propuso que fuera yo el hombre de su primera vez, una experiencia inolvidable, que mi cansado corazón atesoraría durante el resto de mi vida. Hoy puedo decir, sin duda,logró su proposito. Elena era la hija mayor de mis vecinos, siempre hubo una estrecha relación y Elena siempre buscó en mi su apoyo en los estudios desde su temprana edad, cuando ocurrieron los hechos tenia 19 años, estaba en su primer año de universidad empezando la carrera de derecho, nuestras charlas iban mucho mas allá de la ayuda en los estudios, siempre me decía que era su mejor amigo, y cuando le recordaba nuestra diferencia de edad ella me miraba picadamente diciendo que le gustaría que su primera vez fuera con un hombre mas mayor que ella y con experiencia, y así fue por decisión suya. Cuando aun no había cumplido los 18 un día que hablábamos del sexo me hizo una confesión que me dejo sin habla, al principio pensé que hablaba en broma pero me convenció que lo decía en serio y casi tres años después se cumplió su confesión y un día después de su 19 cumpleaños pasamos la tarde en un pequeño apartamento que tengo en un pueblo de la costa brava
En mi memoria permanecerá siempre ese día. Mientras viva lo voy a recordar. Era un día soleado y caluroso del mes de junio,la habitación estaba fresca por el aire acondicionado, baje las persianas dejando la estancia en penumbras. Elena con sus miradas me hizo saber que había llegado la hora de perder su virginidad,y que yo erael hombre deseado por ella para entregar su virginidad, no me lo dijo con palabras pero se que así lo pensaba y deseaba. Mas de una vez cuando hablabamos del tema me habia confesado que deseaba que su primera vez no fuera traumática ni dolorosa sino todo lo contrario y quien mejor que yo en quien ella siempre habia depositado todo su confianza y con experiencia que ademas sería cariñoso y delicado. No deseaba entregarse a alguien que no la mereciera y no la hiciera disfrutar su primera vez, decia que deseaba hacer el amor y no follar como le habían propuesto varios compañeros de la universidad. Sin prisas y mirando mis reacciones se fue quitando la ropa hasta quedar desnuda por completo frente a mí observando mis reascines cada vez que se desprendia de una prenda, mostrándome su esbelto, hermoso y juvenil cuerpo, es preciosa, sus pechos erguidos y duros y entre sus piernas una rajita bien cuidada cubierta por un sedoso y rizado manto negro.
Todo lo que ocurrió lo viví como ese sueño maravilloso que todos algún día deseamos vivir, recuerdo que se me acercó muy despacio y me ayudo a despojarme de toda mi ropa, dejandome totalmente desnudo frente a ella mientras me miraba, y observaba la reacción que producían sus manos en algunas partes de mi cuerpo.
A medida que me iba despojando de la ropa mi corazón latía emocionado cada vez más acelerado. Casi se podían escuchar sus latidos.
Ella estba allí, parada al lado de la cama, totalmente desnuda, me miraba con esos grandes ojos negros, serenos y mansos que tiene y que aun hoy al recordarlos hacen temblar todo mi cuerpo. Vino hacia mí y me abrazó rodeándome con sus brazos el cuello, sentí su proximidad, el calor de su cuerpo desnudo rozando el mío, el aire tibio de su respiración en mi oído. Se pegó más a mí y sentí mi erección en su vientre. Le tomé una de sus manos y la guié hasta esa parte, caliente y dura de entre mis piernas. Su respiración se aceleró y su boca se transformó en una catarata de besos: en las mejillas, en las orejas, en el cuello, besos que me volvían loco y llevaron mi excitación a lo máximo.
Empecé a besarla descendiendo por sus hombros, su cuello, sus brazos hasta llegar a sus bonitos pechos juveniles. Mi boca se quedó ahí quieta, besando y lamiendo sus pezones, sentía en mi cuello una placentera sensación al sentir su aliento y la humedad de su lengua.

Ya no podía dejar mis manos quietas. Necesitaba, tocarla, acariciarla, sentir el calor de su rajita en mis dedos, que sintiera mi erección entre sus piernas. Al mismo tiempo quería acariciar la piel suave de su cuerpo, el olor de su perfume me embriagaba al besar su cuello, su cabello fino y plateado, era como pasar de la noche al día, su cabello era muy rubio y entre sus piernas la mas espesa oscuridad, seguí bajando con mi lengua por todo su cuerpo hasta hacerla gemir de placer.
Sentía en mis dedos como su sexo emanaba fluidos y su humedad permanecía en mis dedos como un hilito que nos unía y nos impedía separarnos.
La recosté con suavidad sobre las sábanas blancas, su mirada desprendía una mezcla de deseo y admiración. Le brillaban los ojos con lujuria al sentir mis caricias y mas cuando veía mi excitación me miraba algo sorprendida al ver y tocar mi estado, mi pene hinchado y totalmente tieso, deslizó una de sus manos sobre mi vientre mientras con la otra acariciaba mi pene y me susurraba al oído, es muy grande no va a entrar en mi rajita. Observé en sus ojos algo de miedo, la tranquilice diciéndole que no tuviera miedo que todo iba a ir bien y no le haría daño. La tranquilizaba cariñosamente con besos, caricias lentas y suaves. Aunque su corazón latía cada vez mas acelerado y con mas fuerza, me decía que sentía mariposas aleteando dentro de su estomago, ahora los latidos eran de pura excitación. Yo lo sabía, por eso deslice mis dedos dentro de su rajita empapada, le acaricie los labios hasta encontrar el clítoris y masajearlo hasta hacer que se hinchara y se pusiera duro.
Era la primera vez que alguien le hacía esas cosas. Yo quería relajarla y ayudarle a que perdiera el miedo, y hacer que sintiera el máximo placer. Le fui enseñando a sentir poco a poco, despacio, con mucha paciencia.
Sentí que su respiración era más sosegada y relajada, me acomodé de rodillas en la cama entre sus piernas y con delicadeza las separé y contemplé su sexo, su maravilloso tesoro guardado durante 19 años solo para mí. Ese tesoro que ella un día prometió que solo me lo regalaría a mí. Mis palabras tiernas ayudaron a que se relajara del todo y se entregara a mis deseos. Entonces me incliné sobre su cuerpo y hundí mi cara entre sus muslos, pasé mis manos por debajo de sus nalgas, y empecé a besar y lamer su caliente y húmeda rajita. No sé cuánto tiempo pasó allí entre sus piernas besando y lamiendo desde el clítoris hasta el ano, hundiendo mi lengua hasta ese momento en sus vírgenes agujeritos, perdí la noción del tiempo. Ella mas que gemir gritaba, decía que le volvían loca mis caricias, iba despertando en ella sus más escondidos deseos, besando y lamiendo cada rincón de su cuerpo, preparando su cuerpo y su mente para el paso final que iba a ser hacer el amor por primera vez aunque ello llevaba perder su virginidad.
Advertí cómo latía su pecho, cómo le temblaban los muslos, como le llegaba un nuevo orgasmo. Ella era incapaz de darse cuenta de nada que no fuera seguir disfrutando de mi boca experta, hábil, que sabía encontrar el lugar indicado para hacerla estremecer de placer.
Cuando creí que ya estaba preparada y lubricada ¿Lubricada? Estaba empapada, me incorporé y con mi boca húmeda oliendo a su sexo, volví a besarla en la boca depositando en ella el sabor de los fluidos de su sexo. Era la primera vez que ella experimentaba con tanto deseo el sabor de los besos de un hombre que tiene en su paladar el sabor y el olor del sexo de ella misma.
No intentó a cerrar las piernas la sentir como mi pene hurgaba entre sus piernas buscando la entrada de su cueva. Me arrodillé frente a ella, deslice una de mis manos sobre su sexo, me encantaba jugar con el vello de su pubis, ella me regaló la sonrisa más dulce y al mismo tiempo mas sensual que puede imaginar un hombre de una mujer.
Me acerqué un poco mas a ella, me arrodillé entre sus piernas, y con una de mis manos coloque mi pene entre los labios de su húmeda rajita, tenia el capullo hinchado y morado de la excitación apreté hasta ver como desaparecía entre los pliegues de su estrecha rajita, de su garganta se escapo un leve quejido de dolor.
Aunque lo intentaba hacer muy despacio su rajita era muy estrecha y para que entrara tenía que apretar.
Había penetrado solo la cabeza del capullo, algo frenaba que siguiera avanzando.
Ella se quejó, le había dolido, me dí cuenta que se había puesto tensa y nerviosa, la besé en los labios y le susurre bajito al oído: Tranquila, mi cielo, mi muñequita linda, ya está, no te va a doler más, aunque yo sabia que aun faltaba lo mas doloroso, romper su himen.
Las palabras, los besos, la delicadeza, el cuidado, las caricias y en especial mis palabras cariñosas, hicieron que de nuevo relajara su cuerpo. Para quien no lo sepa, dicen que el amor y el deseo hacen olvidar el dolor, yo usé todo mi amor para que el momento del pase de niña a mujer no fuera doloroso. Su estrecha rajita no me dejaba avanzar si no daba un fuerte apretón, yo sabía que le iba a doler, pase mis manos bajo sus nalgas para sujetarla y que no se fuera hacia delante cuando apretara, de un fuerte apretón vencí la resistencia de su himen, de su garganta se escapó un grito de dolor, para, su respiración se aceleró, de nuevo volví a quedarme inmóvil sobre ella acariciando su carita, besando sus labios y lamiendo sus pezones.
Pasados unos segundos seguí apretando, sentía como si se me arrancara la piel de la polla de lo estrecho de su agujerito, sentí la suavidad de su vello en mis testículos, estaba toda dentro de su rajita, su himen pasó a ser solo un recuerdo. Elena respiraba profundamente y soplaba, su cara demostraba dolor muy despacio empecé a entrar y salir de su estrecha cueva y ella se fue relajando.
En un susurró de placer me dijo que empezaba a sentir, por primera vez, ese maravilloso placer calorcito en su interior. Confieso que en ese momento pensé que estaba dentro a puntote corredme y no me había puesto un condón. Como si lo hubiera adivinado ella me miro recordándomelo, le dije que no temiera, que me iba a cuidar de no corredme dentro, que disfrutara del momento que llegado el momento me saldría. Y lo cumplí aunque me costó mucho no vaciarme dentro, salí y me corrí en su vientre entre gemidos de ella que se había vuelto a correr y esta vez con penetración.

Después de estar un rato abrazados disfrutando de esa primera vez que para mí fue como estar sentado en una nube, paseando por el cielo, ella ya recuperada empezó a acariciar mi pene que aun seguía hinchado, lo miraba y me decía que aun no creía que algo tan grande hubiera entrado por su estrecha, nos pusimos de lado uno frente al otro mirándonos y volviendo a besarnos, con su mano la restregaba en la entrada de su adolorida rajita. Hice que desistiera de esa idea, le dije que era muy peligroso volver a hacerlo sin condón, que podía haber quedado restos de esperma y podia quedar embarazada y no teníamos a mano ningún condón. Se sentó en la cama y con sus manos empezó a masajearme y hacerme una masturbación, cuando empecé a corredme se alucinó ver cómo brotaba la leche y caía sobre sus manos y mi vientre. No tengo palabras para agradecerle el valioso regalo que me hizo ese día.
En la sábana blanca había quedado la huella de su desfloración: una mancha color carmesí. Cuando la miré sentí el mas afortunado de los hombres, ella debió darse cuenta por mi expresión en mi cara, porque volvió a acariciarme con suavidad, sin dejar de besarme y decirme lo hermoso que había sido y cuánto había significado para ella perder su virginidad conmigo.
Me levante para ir al baño. Ya vengo, frutita prohibida le dije. No te vayas a escapar, ¿eh?
¿Escaparme respondió? ¿Para qué iba a querer escaparme? Lo único que quiero es seguir aquí, con contigo, me quedaría toda la noche entera haciendo el amor contigo respondió.
Fui hasta el baño, y volví con unas toallitas húmedas y frescas, con algunos gestos de dolor en su cara limpie su rajita y los restos de sangre que manchaban sus ingles con la ternura y el cuidado con el que se limpia a un bebé. Luego me tendí a su lado, y seguí mimándola y cubriéndola de besos.
Ese día me enamoré de unos besos y unas caricias que no había practicado durante años y años. Me enamoré de su inocencia. De la dulzura de sus palabras y de su forma de ser.
Por lo que acabo de relatar, es que terminé de enamorarme de una chica menor que yo que bien podía haber sido mi hija, pero que no lo es. Estuvimos practicando sexo hasta que por sus estudios se marcó a irlanda a practicar el inglés, pasarón más de 10 años cuando la volví a ver, hablamos de esa primera vez y de esos bonitos años aunque nunca mas volvimos a practicar sexo, pero necesitaba contaros esta bonita historia.