Ocurrió hace
muchos años, cuando yo tenía 35. Nos habían concedido un premio y nuestro jefe,
que estaba muy contento con el premio, quiso celebrarlo y nos invitó a cenar a
los que más directamente habíamos trabajado en el proyecto y a nuestras parejas
en un conocido restaurante de la ciudad. Yo al no tener pareja me buscaron una
acompañante, una de las secretarias no muy agraciada físicamente aunque tenia
un bonito cuerpo pero que a mi no me despertaba el deseo. Como es habitual en
estos casos la cena se prolongó con copas y risas hasta casi las dos de la
noche, pero nuestro jefe, al grito de la noche es joven, quiso continuar
celebrando, al salir del restaurante, nos invitó a una última copa en un Pub.
Éramos cuatro parejas pero sólo nosotros, que éramos la pareja más joven,
aceptamos la invitación.
Mi jefe estaba mas
cerca de los sesenta que de los cincuenta años estaba casado de segundas con
una mujer mucho más joven que él. Elena que así se llamaba su mujer, tenía edad
indefinida, entre 35 y 45 años, estaba muy buena no aparentaba sus años quien
no la conociera no diría que tenia mas de treinta, no era una mujer excesivamente
bella de cara pero era simpática y con facilidad de trato, muy educada y culta
y sabía comportarse correctamente, su cuerpo compensaba su físico.
Un 175 de estatura,
anchas caderas, piernas robustas y unos pechos entre la 90 y la 100 años él tenía fama de mujeriego y Elena lo
sabia.
Nos tomamos una
copa en un Pub que estaba cerca del hotel donde nos alojaríamos esa noche como
permio a la buena racha de la empresa.
Ramos que así se
llamaba mi jefe había bebido mucho esa noche y no estaba en condiciones de
conducir así que preferí llevar yo el coche y el se acomodó en el asiento
trasero.
Aquella noche
Elena se había puesto una falda corta y una blusa porque era lo más elegante
que tenía para un día caluroso de finales de la primavera y no me fue difícil
imaginarme que al sentarse en el coche, dejaría al descubierto casi todo los
muslos.
Fue en el coche
cuando tuve mi primer pensamiento lascivo: ella estaba sentada a mi lado, el
vestido se le había subido y sus muslos habían quedado medio descubiertos, al
girarme para hablar con ella instintivamente
no pude resistirme, los miré y en ese momento ella, me miró sonriendo al darse
cuenta que la miraba, mientras buscaba algo dentro del bolso se abrieron sus
piernas y entonces vi sus bragas blancas. Ella se dio cuenta y volvió a sonreírme,
era una sonrisa como diciéndome.
- Puedes mirarlas.
- Mi marido prefiere mirar las
de otras.
- Su sonrisa insinuaba, no te
preocupes, me agrada que me mires las piernas.
Ramos se bajo en
la puerta del hotel y Elena se quedó para enseñarme donde tenia que dejar el
coche, el garaje del hotel estaba en otra calle detrás del hotel.
Mientras nos dirigíamos
al garaje Elena me preguntó si me parecían sus piernas bonitas.
No sabía qué
decirle y ella continuó.
- A todas las mujeres nos
gusta que nos miren y a los hombres mirar. Es una ley universal, debe estar en
los genes.
- Tienes que girar a la izquierda
en la siguiente calle dijo y después continuó:
- Allí es, dijo señalando una
puerta.
Aparqué y de
nuevo, cuando ella recogió el bolso del asiento trasero, me enseñó las bragas
generosamente y tentado estuve de meter mi mano entre sus piernas.
Volvimos al hotel
y cada uno se dirigió a su habitación, la noche era calurosa y después de darme
una ducha Salí al balcón de la habitación a fumarme un cigarro, estaba distraído
mirando el gran jardín que había detrás del hotel que no percibí su presencia.
Su voz me hizo
volver a la realidad.
-Perdona no de oí, me disculpé
- Seguro que estas pensando
en alguna de tus amigas al tener que pasar la noche solo.
Elena también se había
duchado la llevar el cabello húmedo peinado hacia atrás que la hacia mucho mas
atractiva que maquillada, un pantaloncito corto y una camiseta de pijama de
verano era toda su ropa. La ducha había endurecido sus pezones que se marcaban
desafiantes en la fina tela.
- Tampoco puedes conciliar el
sueño por el calor.
Fue lo único que
se me ocurrió preguntar mientras no dejaba de mirar los bultitos que sobresalían
de la fina tela, mientras mi pensamiento vagaba por otras partes de su cuerpo.
- El calor?
- Los ronquidos de esa vestía
que yace en medio de la cama.
No pude evitar
dejar escapar una carcajada al oír el tono con el que lo comentaba.,
Elena era andaluza
aunque según me contaba hacia muchos años que vivís en esta comunidad y de vez
en cuando le salía la vena andaluza.
- Sii ríete, a ti querría
verte yo dormir a su lado.
- No, no, mejor no le respondí
esbozando una sonrisa.
Notaba que mi pantalón
empezaba a hincharse y di por concluida la conversación diciéndole que me iba a
la Terrasa
del hotel donde estaba abierta la cafetería al aire libre toda la noche a tomar
algo fresco.
Ella pareció algo
contrariada por mi decisión y volvió a entrar en la habitación.
Llevaba unos
quince minutos sentado en uno de los sofás cuando la vi aparecer por la puerta
que daba a la terraza, se había puesto un pantalón corto ajustado y una
camiseta en la cual seguían marcándose los pezones, me levante para invitarla
sentarse y ella de nuevo con una bonita y insinuante sonrisa me dio las gracias
diciendo.
- Gracias galante caballero,
pensaba que los hombres galantes se había extinguido.
- ¿Qué
quieres tomar? -e pregunté.
- ¿Qué estás tomando tú? - me
preguntó.
- Yo un gin tonic, te
apetece?.
- Tomaré otro . - me dijo.
Mientras bebíamos
y charlábamos vi que sus ojos brillaban, vi deseo en sus gestos y en la manera
que se acercaba la copa a los labios.
Aun hoy no se como
ocurrió, o quien dio el primer paso pero mi mano comenzó a subir por el muslo
y, cuando llegó a su destino, ya nada me importaba, casi no quedaba nadie solo
una pareja varios asientos mas aya pero que no se daban cuenta de lo que pasaba
a su alrededor ya que se estaban devorando el uno al otro.
Mientras
acariciaba aquel cuerpo por encima de la ropa imagine su coño engrasado ella me
chupaba la oreja mientras yo besaba su cuello. Continué acariciándole los
pechos bajo la camiseta y los note duros y con unos grandes pezones erguidos.
- Vamos a tu habitación me
susurró al oído.
- Estas segura que es lo que
quieres – es lo único que deseo en este momento, sentir ese mástil duro que
tienes entre tus piernas dentro de mi chorreante raja.
Terminé el gin
tonic de un trago largo y la mujer de mi jefe me sacó del brazo y bajamos a mi
habitación. Nos desnudamos rápido mutuamente, ella no llevaba ropa interior y
nos acariciamos durante un buen rato.
L estire sobre la
cama y me coloque entre sus piernas, los orgasmos le sobrevenían uno tras otro
y no dejaba de suplicarme, fóllame, fóllame ya, no aguanto mas quiero sentirte,
necesito sentirte dentro.
Abrió sus piernas
y se la metí hasta el fondo de un empujón, su raja era estrecha, gimió y me
abrazó con fuerza la sentir mis testículos apretarse a sus ingles. Su coño
parecía tener fuego, comencé a moverme muy lentamente para retrasar la
eyaculación, con cada movimiento ella gemía cada vez más profundamente, u nuevo
orgasmo estaba cerca, seguí moviéndome al mismo ritmo y cuando ella se
estremeció empecé a follarla con mas fuerza mientras me corría inundando sus
entrañas con chorros de semen caliente que ella recibía con jadeos y gemidos
que se podían oír en las habitaciones contiguas.
Después de esa
primera follada quedamos en silencio jadeantes durante unos minutos, después me
levanté:
- ¿Adónde vas?
No le respondí y
entonces añadió:
Necesito mas,
quiero que me penetres por detrás, serás el primero que lo hace, nunca deje a Ramón
que lo hiciera aunque el estaba loco por hacerlo.
Le dije que iba a
buscar alguna bebida fresca a la pequeña nevera de la habitación.
Tres minutos más
tarde la estaba follando de nuevo. La follé esta vez por el culo y en plan
salvaje, durante más de veinte minutos, los últimos orgasmos fueron espectaculares, pues ella gritaba como una poseída
y se retorcía de placer.
Después de mas de
dos horas de sexo ella volvió a su habitación, mientras se marchaba caminaba
adolorida y me decía cariñosamente.
-Cabrón me has roto el culo con ese pedazo
de polla que tienes, no creas que te vas a librar de mi tan fácil como de las
secretarias, mientras lo decía sonreía cariñosamente aunque con semblante
adolorido.
Después de dos
años de estar follando al menos una vez a la semana me cambie de trabajo
marchando a otra comunidad a 500
Km . y nuestras citas llegaron a su fin.
Hoy recuerdo
aquellos días como algo sublime, Elena era una hembra como pocas se han cruzado
en mi vida.
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