16/5/12

ELENA UNA MUJER APASIONADA


LA MUJER DE MI JEFE
Ocurrió hace muchos años, cuando yo tenía 35. Nos habían concedido un premio y nuestro jefe, que estaba muy contento con el premio, quiso celebrarlo y nos invitó a cenar a los que más directamente habíamos trabajado en el proyecto y a nuestras parejas en un conocido restaurante de la ciudad. Yo al no tener pareja me buscaron una acompañante, una de las secretarias no muy agraciada físicamente aunque tenia un bonito cuerpo pero que a mi no me despertaba el deseo. Como es habitual en estos casos la cena se prolongó con copas y risas hasta casi las dos de la noche, pero nuestro jefe, al grito de la noche es joven, quiso continuar celebrando, al salir del restaurante, nos invitó a una última copa en un Pub. Éramos cuatro parejas pero sólo nosotros, que éramos la pareja más joven, aceptamos la invitación.
Mi jefe estaba mas cerca de los sesenta que de los  cincuenta años estaba casado de segundas con una mujer mucho más joven que él. Elena que así se llamaba su mujer, tenía edad indefinida, entre 35 y 45 años, estaba muy buena no aparentaba sus años quien no la conociera no diría que tenia mas de treinta, no era una mujer excesivamente bella de cara pero era simpática y con facilidad de trato, muy educada y culta y sabía comportarse correctamente, su cuerpo compensaba su físico.
Un 175 de estatura, anchas caderas, piernas robustas y unos pechos entre la 90 y la 100  años él tenía fama de mujeriego y Elena lo sabia.
Nos tomamos una copa en un Pub que estaba cerca del hotel donde nos alojaríamos esa noche como permio a la buena racha de la empresa.
Ramos que así se llamaba mi jefe había bebido mucho esa noche y no estaba en condiciones de conducir así que preferí llevar yo el coche y el se acomodó en el asiento trasero.
Aquella noche Elena se había puesto una falda corta y una blusa porque era lo más elegante que tenía para un día caluroso de finales de la primavera y no me fue difícil imaginarme que al sentarse en el coche, dejaría al descubierto casi todo los muslos.
Fue en el coche cuando tuve mi primer pensamiento lascivo: ella estaba sentada a mi lado, el vestido se le había subido y sus muslos habían quedado medio descubiertos, al girarme para hablar con ella  instintivamente no pude resistirme, los miré y en ese momento ella, me miró sonriendo al darse cuenta que la miraba, mientras buscaba algo dentro del bolso se abrieron sus piernas y entonces vi sus bragas blancas. Ella se dio cuenta y volvió a sonreírme, era una sonrisa como diciéndome.
- Puedes mirarlas.
- Mi marido prefiere mirar las de otras.
- Su sonrisa insinuaba, no te preocupes, me agrada que me mires las piernas.
Ramos se bajo en la puerta del hotel y Elena se quedó para enseñarme donde tenia que dejar el coche, el garaje del hotel estaba en otra calle detrás del hotel.
Mientras nos dirigíamos al garaje Elena me preguntó si me parecían sus piernas bonitas.
No sabía qué decirle y ella continuó.
- A todas las mujeres nos gusta que nos miren y a los hombres mirar. Es una ley universal, debe estar en los genes.
- Tienes que girar a la izquierda en la siguiente calle dijo y después continuó:
- Allí es, dijo señalando una puerta.
Aparqué y de nuevo, cuando ella recogió el bolso del asiento trasero, me enseñó las bragas generosamente y tentado estuve de meter mi mano entre sus piernas.
Volvimos al hotel y cada uno se dirigió a su habitación, la noche era calurosa y después de darme una ducha Salí al balcón de la habitación a fumarme un cigarro, estaba distraído mirando el gran jardín que había detrás del hotel que no percibí su presencia.
Su voz me hizo volver a la realidad.
-Perdona no de oí, me disculpé
- Seguro que estas pensando en alguna de tus amigas al tener que pasar la noche solo.
Elena también se había duchado la llevar el cabello húmedo peinado hacia atrás que la hacia mucho mas atractiva que maquillada, un pantaloncito corto y una camiseta de pijama de verano era toda su ropa. La ducha había endurecido sus pezones que se marcaban desafiantes en la fina tela.
- Tampoco puedes conciliar el sueño por el calor.
Fue lo único que se me ocurrió preguntar mientras no dejaba de mirar los bultitos que sobresalían de la fina tela, mientras mi pensamiento vagaba por otras partes de su cuerpo.
- El calor?
- Los ronquidos de esa vestía que yace en medio de la cama.
No pude evitar dejar escapar una carcajada al oír el tono con el que lo comentaba.,
Elena era andaluza aunque según me contaba hacia muchos años que vivís en esta comunidad y de vez en cuando le salía la vena andaluza.
- Sii ríete, a ti querría verte yo dormir a su lado.
- No, no, mejor no le respondí esbozando una sonrisa.
Notaba que mi pantalón empezaba a hincharse y di por concluida la conversación diciéndole que me iba a la Terrasa del hotel donde estaba abierta la cafetería al aire libre toda la noche a tomar algo fresco.
Ella pareció algo contrariada por mi decisión y volvió a entrar en la habitación.
Llevaba unos quince minutos sentado en uno de los sofás cuando la vi aparecer por la puerta que daba a la terraza, se había puesto un pantalón corto ajustado y una camiseta en la cual seguían marcándose los pezones, me levante para invitarla sentarse y ella de nuevo con una bonita y insinuante sonrisa me dio las gracias diciendo.
- Gracias galante caballero, pensaba que los hombres galantes se había extinguido.
- ¿Qué quieres tomar? -e pregunté.
- ¿Qué estás tomando tú? - me preguntó.
- Yo un gin tonic, te apetece?.
- Tomaré otro . - me dijo.
Mientras bebíamos y charlábamos vi que sus ojos brillaban, vi deseo en sus gestos y en la manera que se acercaba la copa a los labios.
Aun hoy no se como ocurrió, o quien dio el primer paso pero mi mano comenzó a subir por el muslo y, cuando llegó a su destino, ya nada me importaba, casi no quedaba nadie solo una pareja varios asientos mas aya pero que no se daban cuenta de lo que pasaba a su alrededor ya que se estaban devorando el uno al otro.
Mientras acariciaba aquel cuerpo por encima de la ropa imagine su coño engrasado ella me chupaba la oreja mientras yo besaba su cuello. Continué acariciándole los pechos bajo la camiseta y los note duros y con unos grandes pezones erguidos.

- Vamos a tu habitación me susurró al oído.
- Estas segura que es lo que quieres – es lo único que deseo en este momento, sentir ese mástil duro que tienes entre tus piernas dentro de mi chorreante raja.
Terminé el gin tonic de un trago largo y la mujer de mi jefe me sacó del brazo y bajamos a mi habitación. Nos desnudamos rápido mutuamente, ella no llevaba ropa interior y nos acariciamos durante un buen rato.
L estire sobre la cama y me coloque entre sus piernas, los orgasmos le sobrevenían uno tras otro y no dejaba de suplicarme, fóllame, fóllame ya, no aguanto mas quiero sentirte, necesito sentirte dentro.
Abrió sus piernas y se la metí hasta el fondo de un empujón, su raja era estrecha, gimió y me abrazó con fuerza la sentir mis testículos apretarse a sus ingles. Su coño parecía tener fuego, comencé a moverme muy lentamente para retrasar la eyaculación, con cada movimiento ella gemía cada vez más profundamente, u nuevo orgasmo estaba cerca, seguí moviéndome al mismo ritmo y cuando ella se estremeció empecé a follarla con mas fuerza mientras me corría inundando sus entrañas con chorros de semen caliente que ella recibía con jadeos y gemidos que se podían oír en las habitaciones contiguas.

Después de esa primera follada quedamos en silencio jadeantes durante unos minutos, después me levanté:
- ¿Adónde vas?
No le respondí y entonces añadió:
Necesito mas, quiero que me penetres por detrás, serás el primero que lo hace, nunca deje a Ramón que lo hiciera aunque el estaba loco por hacerlo.
Le dije que iba a buscar alguna bebida fresca a la pequeña nevera de la habitación.
Tres minutos más tarde la estaba follando de nuevo. La follé esta vez por el culo y en plan salvaje, durante más de veinte minutos, los últimos orgasmos fueron  espectaculares, pues ella gritaba como una poseída y se retorcía de placer.
Después de mas de dos horas de sexo ella volvió a su habitación, mientras se marchaba caminaba adolorida y me decía cariñosamente.
-Cabrón me has roto el culo con ese pedazo de polla que tienes, no creas que te vas a librar de mi tan fácil como de las secretarias, mientras lo decía sonreía cariñosamente aunque con semblante adolorido.
Después de dos años de estar follando al menos una vez a la semana me cambie de trabajo marchando a otra comunidad a 500 Km. y nuestras citas llegaron a su fin.
Hoy recuerdo aquellos días como algo sublime, Elena era una hembra como pocas se han cruzado en mi vida. 

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