ALBA, MI FRUTA PROHIBIDA
Alba era una mujer casada
que vivía en el mismo rellano donde yo vivía con mis padres. Hacía dos años que
junto a su marido habían venido a vivir al barrio. Siempre me había gustado
pero ella no me hacía mucho caso cunado me la cruzaba en la escalera, en esa
época yo tenía fama en el barrio de tirarme a todo lo que se movía, aunque no
era del todo cierto, aunque en honor a la verdad, las mujeres no se me daban
mal del todo. Alba era una chica de mediana edad con un bonito cuerpo y unos
pechos que hacían girar la cabeza a los tíos cuando la veían pasar, le que le
gustaba provocar, siempre vestía ropas ajustadas y faldas cortas, el marido
pasaba a veces semanas enteras fuera por su trabajo de comercial. Al vivir
pared con pared se oye casi todo, yo los
oía algunas noches cuando el llegaba y ella le pedía marcha, casi siempre acababan
discutiendo. Una noche oí como discutían y como ella le decía muy enfadada. (algún
día te voy a poner los cuernos) (eres un picha fría, (nunca tienes ganas).
Y cosas parecidas.
Una tarde me la encontré en
unos grandes almacenes, iba sola, nos saludamos como vecinos y comenzamos a
hablar, me dijo que como siempre su marido estaba de viaje y que ella se
aburría todo el día sola en casa y por eso había salido a dar una vuelta, la
invite a tomar una coca cola en la cafetería de los grandes almacenes, nos
sentamos en una mesa y seguimos hablando, después de media hora de charla le
propuse ir al cine, ella lo rechazo con
la excusa de que podrían vernos juntos y pensar que estábamos liados, le
conteste que a mi no me importaría, estar liado con ella le aclaré, ella me
miró sonriendo, ya te gustaría respondió, estas palabras las decía sonriendo y
con carita de picardía, fue cuando ella me dijo que si me apetecía podía
invitarme a su casa a tomar una copa donde estaríamos mas cómodos y sin el miedo
de miradas indiscretas, pero tenía que prometerle que no se lo iba a contar a
nadie, a nadie, nadie, esto me pareció una invitación en toda regla para que la
follara. Se lo juré mientras ella seguía diciendo que al vivir en la misma
escalera nadie iba a sospechar si tenía el cuidado que nadie me viera entrar en
su casa.
Quedamos en que ella subiría
primero y a los cinco minutos que subiera yo que ya dejaría la puerta abierta
para que nadie sintiera el timbre. Así lo hicimos y a los cinco minutos de
subir ella subí yo y sin hacer ruido me colé en su casa.
Nos sentamos en el salón y
me dijo si quería tomar algo, le dije que si una cerveza. Nos sentamos en el
sofá y muy al contrario de cómo ambos deseábamos no nos lanzamos
directamente.
Estuvimos hablando un
rato sobre todo de su familia, mi familia, las amistades, las relaciones, el
rechazo mutuo que teníamos hacía ellas, viajes, cosas que habíamos visto etc.
Hasta que tocamos el tema del sexo y la cosa se fue calentando.
Yo me quite la chaqueta
porque realmente hacía mucho calor, quedándome en camisa. Ella se había
cambiado y se había puesto un vestido de tirantes que tenía un amplio y
accidentado escote al no llevar sujetador al inclinarse se le podían ver sus
senos. Alba tenía un cuerpo de ensueño, muy bien proporcionado en todo. anchas
caderas, buenos muslos y los pechos de una talla 90 y bien duros, aun no había
cumplido los 30 años, yo en esos años había cumplido los 26.
Nos empezamos a calentar
mientras nos mirábamos, en poco rato noté como ella se iba acalorando y ami me
empezaba a venir una erección que no podía controlar y que a ella no le pasó
desapercibida y que no dejaba de mirar, yo estaba muy caliente y aquel escote
me estaba poniendo enfermo.
Sin mas preámbulos me fui al
sofá a sentarme a su lado y la empecé a besar por el cuello, luego baje
hacía el escote, me le baje los tirantes del vestido y le empecé a comer las
tetas. Dios como estaba, sentía que el pantalón se iba a romper de un momento a
otro.
De pronto ella llevo sus
manos a mi bragueta y libero la fiera que estaba hambrienta, me empezó a
besar y a comerme la polla, yo estaba que echaba humo de caliente, la
levante en brazos y la llevé a la cama me quité el pantalón quedando totalmente
desnudo y con la tranca al máximo de erección que ella miraba con los ojos muy
abiertos mordiéndose los labios, le quité las braguitas y me empecé a
comerle el coño haciéndola gemir hasta tener varios orgasmos seguidos.
Después de unos minutos
intente colocarme entre sus piernas con la intención de penetrarla pero ella
mirándome con lujuria me dijo que ni de coña que mandaba ella, se dio la
vuelta y comenzó restregársela en la
entrada de su coño pero sin metérsela, yo ya no aguantaba más, estaba que de un
momento a otro me iba a vaciar.
Con una sacudida le di la
vuelta dejándola de espaldas sobre la cama y con las piernas bien abiertas, en
esa posición podia ver su rajita abierta brillante y húmeda esperando que la
llenara con mi tranca, ella al ver como por mis ojos salía fuego de lo caliente
que me había puesto, con una de sus manos acompañó mi tranca hasta la entrada
de su raja y de un solo empujón se la clave hasta los huevos, ella al sentir la
brusquedad de la penetración dio un fuerte grito que se debió oír en toda la
escalera, sin parar entraba y salía de su maltrecha raja con brusquedad le daba
apretones sintiendo como mis huevos se estrellaban una y otra vez entre sus
ingles hasta que los dos alcanzamos el orgasmo a la vez, un orgasmo que nos
dejo a los dos exhaustos con la respiración ahogada y los corazones a punto de
explotar, sentía los temblores de sus cuerpo a cada sacudida de leche que le
soltaba, me corrí como no lo había hecho nunca, notaba como no paraban de salir
borbotones de leche inundando su interior, ella los recibía con gemidos de
placer apretándose a mi cuerpo.
Fue un polvo inolvidable
donde gocé como nunca.
Cuando nos recuperamos ella
se fue al lavabo a lavarse mientras me decía si de esta no quedo preñada no me
quedare nunca, eres un cabron me la has dejado dentro, mientras caminaba le
bajaban los chorros de leche por los muslos además de haber dejado una gran
mancha en las sabanas.
Habían pasado unos meses y
por mi trabajo que estoy largas temporadas fuera no me entré hasta que estaba
de tres meses, las fechas coincidían, esa noche se había quedado embarazada
cuando nació la niña un día que me la encontré paseando hablamos y me aseguró
que era mía pero que ese sería nuestro
secreto de por vida.
Hoy cuando me decido a
contarlo han pasado 30 años, yo me casé y me fui a vivir a otro pueblo algo
distanciado y aunque durante estos años nos volvimos a ver algunas veces y
volvimos a pasarlo bien pero sin aumentar la familia.
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